03/04/2020 - Autor: Juan Antonio Romero Granado.
La caridad es la gran olvidada de las cofradías. Afortunadamente existen muchas excepciones, y es innegable la labor que la Iglesia realiza en pro de esta solidaridad tan necesaria aun en nuestros días. Una gran parte de los pobres de cualquier municipio sevillano, se abastece gracias a las bolsas de caridad de las hermandades, de Cáritas o las Hermanas de la Cruz.
Pero es un gran error darnos por satisfechos, pensar que es suficiente, que hacemos lo que podemos. Siempre hay que dar un pasito más, a nivel de hermandad, y a nivel personal. Porque cada uno también debe realizar sus propias acciones.
Los cofrades debemos concienciarnos de la palabra de Dios. Y Dios, siempre estuvo al servicio de los pobres, del necesitado. Y él, fue pobre. Si somos cristianos, debemos seguir su ejemplo, debemos ponernos al servicio de la caridad en la medida de nuestras posibilidades, cediendo un poco de tiempo, un poco de nuestros bienes. Si somos cristianos, y le rendimos culto a Dios, debemos estar junto al pobre, debemos rendir, en cierto modo, culto al pobre, porque ahí está Dios.
La hermandad hace obras de caridad importantes. Acercaos, ayudad y participad de ellas. Hay que involucrarse en los proyectos de la hermandad: bolsas de caridad, colectas… Y mantener muy viva la acogida de niños bielorrusos durante el verano. Una labor encomiable, seguro que difícil, pero reconfortante y valiosa. Sin duda, dice mucho de la hermandad y de aquellos que se entregan para hacerlo posible. Pero también hay que implicarse con pequeños gestos, en vuestras casas, en vuestros trabajos, en la calle… practicad la caridad. No se trata solo de dar limosna, de ofrecer alimento, de ofrecer una cama. La caridad también se aplica a nuestros amigos y familiares. Escuchar, es caridad. Dar un abrazo, es caridad. Ayudar a un vecino a subir las bolsas de la compra, es caridad. Orientar al forastero que te pregunta por la calle, es caridad. Se puede practicar en cualquier ámbito, y lo mejor es que no tiene límites, se los ponemos nosotros mismos. Solo tenemos que marcarnos un objetivo diario, y cumplirlo. Y complementarlo siempre con todo aquello que podamos aportar. De nada sirve asistir a los cultos, confesarnos, hacer una estación de penitencia, si detrás no hay obras de caridad, porque si negamos la necesidad, si miramos a otro lado, estamos dándole la espalda a Dios, que nació en un pesebre, que fue humillado.
“Caridad y misericordia están tan estrechamente vinculadas porque son el modo de ser y actuar de Dios: su identidad y su nombre”, pronunció el Papa Francisco en una de sus conferencias. Además, solo tenemos que irnos al Evangelio para conocer las acciones de Jesús. Un hecho muy recordado que muestra la posición preferente de Jesús con los marginados, es el que cuenta Lucas sobre la casa del fariseo y la pecadora pública, a la que son perdonados sus pecados. O todos los pasajes en los que Cristo se dirige a los pobres tendiéndoles la mano.
El Papa habla mucho sobre el discernimiento, y en nuestras cofradías hace falta mucho de eso. Debemos discernir entre tanta procesión, tanto oro, tanto lujo, tanta competición, cuál es la verdad del cristiano. Que no quiere decir que todo eso sobre, en absoluto, pues a todos nos gusta la idiosincrasia de las cofradías, nada es suficiente para el culto a Dios, y también hay que tener en cuenta que formamos la gran potencia de nuestra cultura. Pero a veces, entre tanto ruido, no nos enteramos de qué estamos haciendo, de dónde estamos y del porqué. Por ello necesitamos formación, necesitamos la Eucaristía, y necesitamos evangelizar a través de la caridad.